6 ene 2014

De repente, todo eso que alguna vez fuimos se hace extraño, nuestra zona de confort ya no es más que un viejo espacio que alguna vez conocimos, del cual aprendimos y volver a ella es una experiencia totalmente nueva, como si nunca hubiésemos sido parte en realidad.

Uno de los peores errores que se pueden cometer, es acostumbrarse, acostumbrarse a este medio del que decíamos ser ajenos, acostumbrarse a la igualdad y la monotonía, acostumbrarse a solo ser trajes azules llenos y huecos a la vez, que no entablan conversaciones sino intercambian frases, que se visten de ausencia de tiempo y se alejan de las ganas de vivir.


Solo percibimos los cambios cuando nos exponemos, cuando volvemos al pasado y ya no correspondemos entre los no correspondidos, ya no somos los que más sabemos ni los que más hemos vivido; pero entre tanto desajuste queda aún algo, queda un rechazo profundo a la desesperanza, a la sumisión y a la pasividad, queda un extraño sentimiento de pertenencia, queda un tanto de sí que no se ve al examen físico o al electroencefalograma, quedan los ideales, quedan las creencias, queda algo de lo que fuimos y que aun somos, queda algo de esos seres diferentes que por poco desaparecen, queda la esencia y queda la obligación de luchar por ella.


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