23 dic 2012


A veces me gusta idear mundos perfectos, para mí, lo que para mí sería el perfecto equilibrio en una sociedad perfectamente errada, y sí, suena descabellado, pero finalmente de los errores se aprende, o eso es lo que dicen.  Para lograr la armonía hay que contemplar el mundo, la sociedad, como una pareja, como algo muy cercano, porque la gente se asoma al balcón desde su penthouse y ve todo tan lejos, no se siente parte del caos, cree que puede seguir en la comodidad, estando, y ya; y la gente que está en sus casitas con techos de lata y cartón, se asoma a su improvisada puerta y ve el caos tan cerca pero la vida tan lejos, ve la necesidad, siente el hambre, conoce el sufrimiento pero la felicidad, la tranquilidad, la comodidad es como viajar a la luna, saben que es posible pero para ellos no, y eso es lo que arruina e impide el éxito de una sociedad, que todos estamos tan ahí pero nos sentimos tan allá.

Hay reglas básicas, incluso para alguien que no cree en la moral pero es fiel seguidora del bien, eso de lo que tanto hablan pero se hace tan poco, y las reglas no son dogmas, son sólo la base para que se puedan construir sociedades fuertes pero no dictatoriales, sensibles pero no frágiles, armoniosas pero no perfectas, sociedades constituidas por gente real, gente que se ríe, gente que vive, que se equivoca, que acepta los errores y aprende de la historia.

Capítulo I
El respeto

Es quizás este el mayor pilar, el génesis de la felicidad, el respeto se define como el tratar humanamente a las personas; reconocer que el otro, desde el punto de vista de la especie, es tan real y semejante a nosotros, y a la vez, si se lo considera como individuo, bastante diferente.  Y en esta misma definición caduca uno de los mayores problemas de la humanidad, “tratar humanamente a las personas”,  el respeto es tratar a todos como humanos y eso nos convierte a los humanos en la cremme de la cremme, lo mejor del universo, tanto así que todos deberían ser tratados como humanos.

 Este pensamiento tan puramente egocéntrico y a la vez tan ingenuo es el causal de grandes desastres, y es que para que exista la armonía todo debe estar en el mismo escalón, la jerarquía no es posible, una planta se debe reconocer de la misma manera en la que se reconoce a un humano, adicionalmente, el ser humano se debe reconocer a sí mismo en el grupo del reino animal, es necesario abandonar el ego y abrir las posibilidades a la igualdad. En tanto que no aceptemos el carácter perecedero y poco indispensable del ser humano en el universo, nos será imposible aceptar la grandeza de cosas realmente indispensables que se han subvalorado debido a una mal interpretación de la teoría de la evolución.  En definitiva, estar más arriba en la escala evolutiva no nos hace superiores a las demás especies, en realidad, nos hace muy frágiles, esto se puede demostrar desde las bases de la regeneración celular, los humanos no podemos reconstruir una extremidad perdida, las lagartijas lo pueden hacer, eso nos hace a nosotros más débiles desde el punto de vista natural.

No es mi propósito reconocer la especie humana como un linaje miserable o inferior, pero es de suma importancia entender que no somos superiores, que todo es un perfecto circulo, que la existencia de la humanidad como es conocida ahora con la tecnología y todo este tipo de avances en diversos campos solo es posible porque hemos recibido y utilizado a la naturaleza, porque el fuego no lo hizo el hombre, el fuego estaba ahí, y el hombre lo encontró, no somos dueños de la naturaleza, somos clientes de ella, y no por ser clientes siempre tenemos la razón, de hecho, ella es la que tiene el poder de manejar las bases de la oferta y la demanda.

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