A veces me gusta idear mundos
perfectos, para mí, lo que para mí sería el perfecto equilibrio en una sociedad
perfectamente errada, y sí, suena descabellado, pero finalmente de los errores
se aprende, o eso es lo que dicen. Para
lograr la armonía hay que contemplar el mundo, la sociedad, como una pareja,
como algo muy cercano, porque la gente se asoma al balcón desde su penthouse y
ve todo tan lejos, no se siente parte del caos, cree que puede seguir en la
comodidad, estando, y ya; y la gente que está en sus casitas con techos de lata
y cartón, se asoma a su improvisada puerta y ve el caos tan cerca pero la vida
tan lejos, ve la necesidad, siente el hambre, conoce el sufrimiento pero la
felicidad, la tranquilidad, la comodidad es como viajar a la luna, saben que es
posible pero para ellos no, y eso es lo que arruina e impide el éxito de una
sociedad, que todos estamos tan ahí pero nos sentimos tan allá.
Hay reglas básicas, incluso para
alguien que no cree en la moral pero es fiel seguidora del bien, eso de lo que
tanto hablan pero se hace tan poco, y las reglas no son dogmas, son sólo la
base para que se puedan construir sociedades fuertes pero no dictatoriales,
sensibles pero no frágiles, armoniosas pero no perfectas, sociedades
constituidas por gente real, gente que se ríe, gente que vive, que se equivoca,
que acepta los errores y aprende de la historia.
Capítulo I
El respeto
Es quizás este el mayor pilar, el
génesis de la felicidad, el respeto se define como el tratar humanamente a las
personas; reconocer que el otro, desde el punto de vista de la especie, es tan
real y semejante a nosotros, y a la vez, si se lo considera como individuo,
bastante diferente. Y en esta misma
definición caduca uno de los mayores problemas de la humanidad, “tratar
humanamente a las personas”, el respeto
es tratar a todos como humanos y eso nos convierte a los humanos en la cremme de la cremme, lo mejor del
universo, tanto así que todos deberían ser tratados como humanos.
Este pensamiento tan puramente egocéntrico y a
la vez tan ingenuo es el causal de grandes desastres, y es que para que exista
la armonía todo debe estar en el mismo escalón, la jerarquía no es posible, una
planta se debe reconocer de la misma manera en la que se reconoce a un humano,
adicionalmente, el ser humano se debe reconocer a sí mismo en el grupo del
reino animal, es necesario abandonar el ego y abrir las posibilidades a la
igualdad. En tanto que no aceptemos el carácter perecedero y poco indispensable
del ser humano en el universo, nos será imposible aceptar la grandeza de cosas
realmente indispensables que se han subvalorado debido a una mal interpretación
de la teoría de la evolución. En
definitiva, estar más arriba en la escala evolutiva no nos hace superiores a
las demás especies, en realidad, nos hace muy frágiles, esto se puede demostrar
desde las bases de la regeneración celular, los humanos no podemos reconstruir
una extremidad perdida, las lagartijas lo pueden hacer, eso nos hace a nosotros
más débiles desde el punto de vista natural.
No es mi propósito reconocer la
especie humana como un linaje miserable o inferior, pero es de suma importancia
entender que no somos superiores, que todo es un perfecto circulo, que la
existencia de la humanidad como es conocida ahora con la tecnología y todo este
tipo de avances en diversos campos solo es posible porque hemos recibido y
utilizado a la naturaleza, porque el fuego no lo hizo el hombre, el fuego
estaba ahí, y el hombre lo encontró, no somos dueños de la naturaleza, somos
clientes de ella, y no por ser clientes siempre tenemos la razón, de hecho,
ella es la que tiene el poder de manejar las bases de la oferta y la demanda.

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