19 jun 2012


Oscar Wilde, el autor de “El retrato de Dorian Gray” vivió en plena era victoriana, un período de brillante esplendor económico caracterizado, además, por el surgimiento de una sociedad burguesa moldeada dentro de rígidos conceptos morales que fueron constantemente burlados bajo el disfraz de un falso puritanismo.
En su vida y obra Oscar Wilde, se dispuso a cuestionar toda una serie de prejuicios, costumbres y formas de la época, al igual que a escritores inmersos en esta estructura de sociedad, que el acusó de “carcomida por la hipocresía”.
Como resultado de esa rebeldía, adoptó una postura ante la vida, despreocupada y desafiante a la vez, que se evidencia en su única novela, donde expone sus propios conceptos acerca de la moral y la estética del arte.
El retrato de Dorian Gray, es una obra que por su misma reflexión de la realidad que en algún tiempo llevó a Wilde a juicio y hasta puede haber sino un detonante para su muerte, ha trascendido las barreras del tiempo, su tema ha generado polémica pues gira en torno a la belleza que encierra la existencia personal del ser humano, explorando el inevitable y destructivo paso del tiempo en la vida de una persona.
Wilde pudo haber creado cualquier tipo de historia cuestionante por su carácter crítico, pero esta maravillosa obra parte de la realidad, una soñada por él, pero que es innegablemente cotidiana. Él solía visitar al pintor Basil Ward en su estudio, cuando este realizaba un trabajo con un joven modelo de perturbadora belleza, cuando el retrato estuvo terminado y el muchacho se fue, a  Oscar Wilde se le ocurrió decir que era una verdadera lástima que este hermoso joven tuviera que envejecer. El pintor le respondió  que sería maravilloso si pudiera conservarse tal como es mientras que el retrato envejeciera y se marchitara en su lugar.
En la sociedad contemporánea, ser bello es un pilar para ser aceptado, y queremos lograr a toda costa detener el tiempo y mantener la lozanía; cirugías plásticas, botox, dietas compulsivas y todo tipo de métodos que nos vuelven esclavos de la mundanidad.
Esto le sucedió a Dorian Gray, esclavo de la belleza, entregó su alma a cambio de una belleza superficial pero en ella aún existía un vacío, “Solo había una prueba contra él. La propia pintura. La destruiría… Le mantenía desvelado por las noches. Cuando estaba lejos se llenaba de pavor al pensar que otros ojos pudiesen contemplarla… El solo recuerdo del retrato había estropeado muchos momentos de alegría. Había sido para el como la conciencia. La destruiría” este fragmento evidencia que a pesar que para el mundo Dorian era hermoso, su interior era una agonía, no era libre, esclavo de su “conciencia”, de esa realidad no modificable, tal como sucede con millones de personas, que cada vez son más, inconscientes de la realidad, cegados por las revistas, por la hipocresía, tal como en pleno siglo XIX, mostrando una realidad hermosa, pero crudos por dentro, haciendo parecer que nada sucedía pero siendo un caos en su interior, “miró en torno y vio el cuchillo con que había apuñalado a Hallward... Si había matado al pintor, mataría lo mismo, la obra del pintor, sin más. Mataría el pasado, y cuando éste hubiese muerto, él sería libre… Cogió la herramienta y acuchilló el cuadro, se oyó un grito y un ruido… Cuando entraron vieron colgado de la pared un retrato esplendido del amo, con el mismo aspecto con que le había visto recientemente, con todo el encanto de una juventud y una belleza exquisitas. Tendido en el suelo había un hombre muerto, de smoking; con un cuchillo clavado en el corazón. Tenía cara parida, arrugada y siniestra. Hasta que examinaron los anillos no supieron reconocer quien era.” Ese fue el fin de Dorian Gray, murió por su belleza, perdió su alma, y la tristeza y el dolor se apoderaron de él, lo apuñalaron de regreso, no pudo deshacerse de su verdad.
Con esta espléndida novela, Wilde, nos invita a reflexionar, a autoevaluarnos, a preguntarnos, ¿si tuviésemos un retrato como sería nuestra alma? ¿Tan cruda que la quisiéramos asesinar? ¿O tan hermosa como para enmarcar? ¿Sería digna de un museo? ¿O debería estar bajo llave en el sótano?

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